Huelo el perfumo de un mundo distinto, palpo los contornos, los perfiles y ribetes de una historia única, particular, que existe en algún resquicio de nuestra memoria, de nuestra imaginación o del cosmos entero.
Son estelas de algún recuerdo, de cualquier presente, de ningún futuro. Son fantasmas fatuos
que se incorporan desmedidos en una realidad perversa, que se cansa en decirte, NO! esto no es real.
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Sin embargo. Siempre el sin embargo termina por comprenderse, por comprender que nuestra vida está llena de caminos oscuros, andariveles misteriosos, escondites que nuestra imaginación niega, pero conciente que están allí. Y es justamente en ese allí, de una cocina amueblada, de un mate que pela, y unos ojos almendra, que me derriten el tiempo, me detienen los ciclos, me congelan los pensamientos.
Sin embargo. Siempre el sin embargo termina por comprenderse, por comprender que nuestra vida está llena de caminos oscuros, andariveles misteriosos, escondites que nuestra imaginación niega, pero conciente que están allí. Y es justamente en ese allí, de una cocina amueblada, de un mate que pela, y unos ojos almendra, que me derriten el tiempo, me detienen los ciclos, me congelan los pensamientos.
Una cocina, como un comedor, como la habitación, como una plaza o un parque. No importa lo que sea, poder acercarse a esa realidad de ojos almendra, perfumes violaceos y cuerpos celestes, son la certeza de la deidad presente.
Será mucho o poco, es un corazón que late, a pesar de todo, a pesar de todos, late sintiendo, late combatiendo una realidad que no existe, que quiso vivir y no la dejamos.