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agosto 28, 2009

Momentum

Estaba acostado solo y a oscuras. Desnudo y sin sol. Hacía frío pero apenas lo sentía. Eran brisas que corrían de un lado a otro de la habitación. Corrientes subterraneas, incordiosas. Sólo sentía el crujido del suelo, el vibrar de la canción que en el tocadisco sonaba incesante.
Seguía con su mano derecha el sentido de las sílabas con la melodía espasmódica del cantante libertino que discutía con las cuerdas cómo prenderse fuego en un minuto; justo cuando él desnudo, tenía a su merced a su merced una vela encendida debajo de su mano bailarina.
Observaba con paciencia el fuego en su mano. No se quemaba, tan sólo es la sombra quejumbrosa de chispas que emanan de la vela encendida. Y el calor repercutía en su mano que vibraba con el cantante de esa cancion sin final.
El fuego caliente de su mano enrojecida eran el color del candor con que el cuerpo de él conectaba con las vibraciones del cielo que estallaba en un quejido partiendo la tierra de par en par. Llovía, tronaba en algún lugar un misterioso estruendo y un relámpago lo enceguecía todo.
Y el tiempo que pasaba posible en ese disco que estallaba en cada sonido maravilloso, los vidrios discurrían en sus veletas, moviendo sus aspas. Todo en el tiempo que se disipaba entre sus músculos débiles de la concentración de esas palabras bailadas de canción.
Y en la canción del epílogo, cuando el disco ensaya una suerte de final anticipado, ahí en la canción de cierre, de clausura final, su específico punto de cierre será allí donde las trompetas corrompen la penumbra de guitarras y todas estallan en un solo ruido. Junto con los truenos, el quejido y el mundo entero.
Pudo elegir vivir una vida de asceta, de capitán de barca colona, pudo querer el mundo, sus ríos, pudo haber sido montaña, esqueleto, tierra o revulsiva mar. Podría ser una flor, un capullo o tan sólo la muerte, la corriente de un pasatiempo, la sornisa desprendido de un niño o el cartílago inferior de una autopsia descarnada.
Pudo haberse enamorado o enamorar, romper leyes y violar niñas, pudo haber excitado, o penetrar la imaginación, podría haber sido millones de seres o él sólo como si fuese millones en él.
Eran miles de vidas, cientos de potencias querida o deseada, ahogo sin fin o amor eterno. Todo es la vida para él, o al menos podría haber sido tan sólo saber, el destino esprado, el requiem deseado .
Quizo todo, y lo decidió también, por eso se paró en ese final canción, vida y disco, todo en uno. Se levantó de pronto obsoleto sabiendo la sentencia, contó hasta diez y exaló un ruido tremendo, agónico y final.
Una bala pega en el centro de su corazón y cae frente al cielo. Estaba en su casa, . La canción había estallado y la lluvía había terminado de caer.

agosto 26, 2009

repetitivo

Repetitivo

...(sin cesar) me copio las frases, sin cesar. Es una recurrente. Me ayuda a transitar despacito el espacio. Estrellas son los obstáculos, sólo los soles ooo son mi horizonte.

Y si el cosmos está allí para mi, ¿para qué habré decidido venir a aquí, sin siquiera conocerlo? Algo, sin embargo, me trajo, sin dudas. Algo que olvidé en algún cajón secreto y aquí ando caminando, buscando el cajoncito. Y ni una sola pista, algún crujido en las hojas que me haya logrado recordar una milésima de aquella decisión!

Y así, nací sí o sí(no te habías dado cuenta?) un día aquí. Y de esa, estoy seguro, fue una toma de decisión. Compleja, definitiva, perfectamente clara hube de nacer aquí por esa maldita causa que sigo esperando oír como "un ciego frente al mar" (copio frases, sin cesar).

Tuve que existir en este preciso momento, pero por qué. Y es imposible saberlo claro, si estuviera vivo, porque hasta el final de mis días estaría esperando esa respuesta. Algo que me justificara en la vida que llevo, que me encontrara con lo que soy, con lo que fui...lo que queda por venir.

(Si este fuera un cuento, mi narrador sería un muerto que escribe de un más-allá-acá-qué-se-yo y le dijera a su yo-vivo todo por cuanto quiso escuchar; por qué nació, que lo hizo decidir, qué esperaba encontrar, qué pensaba hacer cuando lo hallara...mil cosas más. Sería un lindo descubrimiento personal que el lector haría consigo mismo y lo dejaría esperando respuestas a todo eso que piensa)

Pero claro, son el personaje que en aquella novela lee el cuento. No el que lo escribe. Entonces aquí no exista quien me responda en estas lineas lo que resta por venir. El origen. Entonces la tragedia se vuelve insoportable. Esa angustia del lector se hace conciente en esta realidad mía que me lo escupe en la cara. Qué lindo el lector! Está allí, inconsciente de todo, esperando que le narren una historia feliz, que no importa lo triste y trágico que se describa, todo habrá sido ganancia, puesto que le han respondido algo más. Un libro mas, una carilla traspasada.

Y por eso los cuentos tan largos y esta historia tan corta. Por eso la biblioteca de babel (la de jorge luis) de infinitas producciones, y aquí una sola y con titulo breve. ¿Cómo se termina lo que nunca empezó, lo que nunca se escribió, lo que nunca se dijo, lo que nunca existió? Con un punto. Claro. Eso ...(sin cesar) me copio las frases, sin cesar.

agosto 21, 2009

Baile

Un preludio ciego y latente, una danza de miradas atónitas y perturbadoras. Respiraciones y jadeos entre ellos dos. Y nadie más. Todo en ese momento, en un único momento de danza perenne, de dos seres desconocidos. Allí, todo se detuvo, todo se desarrolló normalmente y no fueron más que minutos encendidos de una efervescencia incontenible, que para ellos había transcurrido en una eternidad.
Ninguno hubiese imaginado que ese momento, por sus implicancias, por sus vericuetos en el transcurrir del mundo fueran lo que fue. Sucede por momentos, son momentos, esbozos que contienen en potencia mil imágenes, sonidos e historias, pero que los hombres y mujeres son incapaces de visualizar en ese exacto momento. Sólo el tiempo, la historia y el recorrido vital de sus humanidades sabrán lo que tal acontecimiento finalmente provocó.
Sus miradas bailaban en esa loca música sin sonidos, música de soñadores, asesinos y enamorados. Se buscaban, se perseguían, huían y se excitaban en un mismo tono, en donde los dos ni siquiera se tocaban.
Toda su danza son pasos improvisados, pero muy bien pensados, estratégicamente diseñados para que en esos sinuosos contoneos de la mirada, la presa caiga en la red, para luego dejarlo escapar.
De pronto sus miradas se cruzaban, por un instante pecador, la piel de ella, ese lunar entre sus pechos se volvían invisibles en el agitado pecho que se ruborizaba. La respiración agitada y los ojos escurridizos habían encontrado la meta, encontrarse con el otro, aunque hubiese sido un instante. Sin embargo, nada se decía, y menos aún, lograban tocarse. No era esa la intención.
Esa danza agobiante y soez frente a un mundo que los miraba continuaba sin pausa. La sensación de huida, de escondite en aquellos ojos pardos se hacía urgente y la humedad del ambiente se instalaba en sus cuerpos.
Las miradas resbalaban por los cuerpos aquietados de ese transcurrir infinito, que debía sobrevivir. No obstante, la danza termina. Abrupta e intempestivamente. Ella se levanta de su silla y se escapa por el túnel oscura. Parecería que allí todo había acabado y sin embargo, aún quedaba algo más. Un gesto único que lo completaría todo por fin.
Él lo había imaginado, lo había intuido en su expresión, en la forma de levantarse y en cómo se había ceñido la mirada de ella. Deben existir poros en el cuerpo que muestren el vaivén de las miradas ajenas, puesto que él la devoró en ese movimiento.
Saliendo ya del coche, un atisbo tan sólo fue suficiente. Nadie había dicho una palabra, pero allí estaban los dos; de pronto lo sonrisa de ella lo ilumina todo en el oscuro pasaje a la inexistencia. Los ojos brillantes, sus labios entornados y su rostro diáfano lo mira por ultima vez, quizá verdaderamente por primera vez. Son miradas lascivas, impúdicas luego de un juego de huidas y contornos. Son miradas llenas de pasión que dicen todo y callan lo demás. En ese momento sus sonrisas se envuelve detrás de un vidrio, de miran por horas, que son segundos y todo lo demás vuelve a desvanecer.
El mundo podría desaparecer, cuántas veces lo hemos vivido! pero en este caso un chasquido hubiera bastado para que todo desapareciera. Todo debía mantenerse como aquel instante, esa foto imborrable que lo cambiaría por siempre.
Sus miradas se buscan por última vez en un acto de dulzura inconmensurable y silencioso que sus sonrisas al viento rozan en un beso que nunca se darán. Sus corazones desnudos dicen el resto.
Nunca más la verá. Jamás podrán repetir aquella pieza exquisita jamás inventada. Nunca volverán a reconocerse en rostros jamás soñados y sólo quedará ese instante.
Sin embargo su mirada permanece por siempre en él, y él en ella. Aún cuando salen de ese oscuro trama subterráneo, saliendo a la fría ciudad gris, al montón, a la gravedad física de este mundo; ellos guardan un secreto primavera, el de un hombre y una mujer que bailaron por primera y última vez.

agosto 05, 2009

Cierra los ojos

Cierra los ojos. Al parecer conduce a una orden. Nadie lo sabe aún, aunque todos pueden suponer que en realidad se trata de un texto dirigido a quien lee, y entonces la sintaxis normal, sería leída ahora como una acción de algún personaje ficcional.
Entonces cierra los ojos, ella, a quien vemos obnubilada en una ceguera corporal, habitual, sedimentada en miles de años de humanidad. Su ceguera inducida y espontánea, personal, instantánea y mini decimal; no es pues más que un simple clausurar de los ojos al pestañar.
Sin embargo aquí, en el texto irredento, lo que se intuye es una breve celebrada descripción de un ojo al cerrar. De recrear con sumo detalle la descripción de un gesto, de un simple articular; y he aquí la maravilla narrativa, de poder sentir en mil imágenes por segundo, el transcurso de la eternidad.
Entonces sin más explicación que esta el autor retrata un origen, una génesis. Es ella que por alguna irritación fugaz, un leve chasquido, una brisa milimétrica o quizá un susto abismal reproduce una noche infinita que dura una centésima y el mundo desaparecerá.
La desaparición, aclarará el autor, de lo que se trata en realidad, es entenderla en su estado estético puro. Imaginar y fabricar una mirada ética del momento eterno y mil infinitas veces repetido de un mero pestañar. Y entonces nuevamente, impedido de cualquier otra interrupción todo lo demás acontece.
La luz se desvanece y es el mundo que desparece. Una oscuridad que se manifiesta en su negra verdad y quema arde y ensordece como una imposibilidad de mantenerse así. La oscuridad se vuelve devastadora el silencio mortal. Camino entonces en ese mismo estado fugaz por alguna frondosa avenida de la gran ciudad. Es también allí donde el cuerpo recupera cierta dignidad y resuelve en el transcurso de ese tránsito; y entonces respira, exhalando ese final de un aire viciado en ese nuevo mundo de oscuridad y muerte. Sale pues, mientras el mundo en negro camina un paso más.
Por esa extraña razón del cosmos estos dos movimientos se dan en paralelo quizá por vez única y eterna finalmente. Entonces en este choque imposible de casualidades habituales la piel se vuelve impúdica, las prendas se desvanecen en un suelo árido y el cuerpo queda desnudo, de una corporeidad inédita, puesto que es inédito este momento celeste.
Caminará desnuda, dirán los lectores viciados aún por el puerto aquél, de la previa lectura; que aún no logran trasladarse en esta aventura de las letras a leer ya como una hermosa moraleja, como todo acto estético. Estamos hablando que la desnudez será vista como elemento ficcional de esa verdad que se desviste de la hipócrita vida real. Los dos elementos que antes se combinaban entre el respirar y el movimiento horizontal de nuestras pestañas genera EL acto artístico del relato, la idea de esta mujer es desnudada al mundo real en el mágico instante de este acontecimiento. La mentira termina de sobrevivir y el teatro comienza, sus cortinas se abren.
Camina sin rozar las miles de almas carteras, almas sobretodos, vidas polleras y algún portafolio. Multiplicado de millones de ellas, a velocidades imposibles en el tempo de esta mujer que en su lento caminar despide sus últimas verdades esparcidas en el piso.
Esgrime una desnudez sofocante a la humanidad que la observa circunspecta condescendencia aunque de ella emerge la verdad del violento egoísta peatón.
Ella que nada ve, relaja sus pulmones. Se híper sensibiliza esgrimiendo una risa perfecta y siente esa respiración, con el viento atravesando las puntas finales de sus uñas violetas pintadas. Una nieve después que corre por sus piernas desnudas haciendo un zigzag entre pie y pie.
Y todo en un quiebre de su pestañar que ahora se demora en finalizar, que se suponía que allí terminaba todo. Sin embargo la esencia aún pervive y lo siente en su andar que comienza a percibir que esta ceguera se tarda en finalizar.
Este egoísmo cruel de quienes la ven brillando la define en su momento final. Aquí es ella quien decide: seguir caminando sin pausa viviendo esta mentira ficcional, donde el relato continuaría por siempre y leeríamos toda la historia que continúa tras de esa primera negritud; o bien abriría sus ojos para volver a la verdad impostora que la aleja por siempre de este otro submundo y acabará allí donde el punto determine la blanca hoja sin terminar.
Entonces la ceguera se hace imposible de congeniar, el cuerpo se apronta a recuperar el aire perdido y es el exacto momento en que el sol de esa realidad ocultada comienza a aparecer como un nacimiento como un claro amanecer. La luz se hace incontenible…

Y allí está caminando en ese rápido caminar una joven mujer que lleva papeles por terminar, una casa que construir, un mundo para morir.

FIN

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