El mareo de las letras se escabullen en la oración. No sabemos a dónde es que corren, las letras, estalladas en un pincel. Sin saber bien, escondidas tras el mantel, esa hoja trágicamente blanca.
Siempre, el abismo de la nada, de esa inexistencia
inexpresiva
innherte
malavida.
Siempre, el miedo de esa imposibilidad de comenzar. Como un atraso en el envión de vivir. Las letras igual se enfrentan a la nada. Se exponen así, en la tinta que cae, en reversos y contextos diagramando los contornos de nudos densos, inicios destinados y finales intempestivos.
Cuando se estabilizan un poco en el papel, uniformes y sin brillo, estampadas como están, no existen. Sólo persiste la memoria de la locura pasajera, de aquél segundo glorioso, donde la vid atormentada que fluía en un instante de vibración recorría la extensa planicie de la transformación y pegaba hojas tras hoas, nuevos inventos y fascinación.
Luego, todo queda a oscuras. Breve relato y nada más. Un comienzo un nudo y un final. Cómo si fuera gran cosa! Tampoco vale la pena escribirlo.
Siempre, el abismo de la nada, de esa inexistencia
inexpresiva
innherte
malavida.
Siempre, el miedo de esa imposibilidad de comenzar. Como un atraso en el envión de vivir. Las letras igual se enfrentan a la nada. Se exponen así, en la tinta que cae, en reversos y contextos diagramando los contornos de nudos densos, inicios destinados y finales intempestivos.
Cuando se estabilizan un poco en el papel, uniformes y sin brillo, estampadas como están, no existen. Sólo persiste la memoria de la locura pasajera, de aquél segundo glorioso, donde la vid atormentada que fluía en un instante de vibración recorría la extensa planicie de la transformación y pegaba hojas tras hoas, nuevos inventos y fascinación.
Luego, todo queda a oscuras. Breve relato y nada más. Un comienzo un nudo y un final. Cómo si fuera gran cosa! Tampoco vale la pena escribirlo.