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junio 20, 2011

la continuidad de las cosas



A veces sucede con los objetos, que contienen una vida particular.
Cargan más bien, los objetos, todas las vidas y allí quedan, sin historias, situados en un presente que les es
completamente extraño, pero que nada pueden hacer más que yacer allí en donde estén.

Hasta que claro, escritor atento, escucha un comentario de una docente con su alumna, que intenta con devoción devolverle una alegría.

-Hoy, fideo, no voy a comerte,  -Hoy, muñeco no pienses, ni loco, que voy a jugarte. -Reloj, hoy no me darás ni una mísera hora de tu tiempo.

Instantáneamente, el mundo se disipa, las cosas pierden sus siluetas y el aire ya no flota. Todo alrededor ahora conforma lo que subjetivamente es.

Las cosas así no tienen continuidad, dejan de contener la secuencia perpetua que acontece con la materia. El movimiento que mantiene firmes las cosas, allí donde se encuentren. En todo caso, la discontinuidad trae aparejada algún tipo de desaparición de la cosa, tal cual fue concebida para repetir(se).

Allí donde la cosa detiene su proceso, la materia cobra vida, como muerte de su objeto. Es ahora la humanidad que quiebra ese sentido primigenio, lo absorbe por completo. Es ahora la persona-objeto asimilada por la continuidad de la permanencia de los objetos que yacen tendidos y sin capacidad de sortear su propia funcionalidad.

Capaz el lenguaje, quizás la palabra, en todo caso, el suspiro de una frase sea definitivamente lo que termine respirando cuando la vida se detenga.

La materia viva manifestándose sin intermediarios, sobrepasando la razón, que es siempre aberrante.




junio 16, 2011

un vals

que que que
jaja jaja jaja

tero tero tero
teso terso tesoro de oro de alcancia de cia de sones profones y tifones, fonética encendida,
complejo disturbio aloja pertrechos de sueños
traqueas dormidas
sonidos mudos
catequesis de afroditas y
cuerpos
muertos
dispersos
extasiados
dormidos

Tu piel en la mia, como propia, como insignia.
Perdiendo de vista todo, sólo queda el dulce atisbo
De un roce,
De una memoria
De un ataque de efluvios, de dinamita y extasis infinitio
De mundos que no conocía, se entremezclan en el infinito
De karma de los escepticos y desesperados.

Ni pensar que viene a continuación.
El silencio es eternamente trágico:
Asumiendo el vacío ser, culmina la trama angustiosa de una vida en espejo.

Intento buscar tu pelo, tu perfume
horadando la angustia,
horadando el dolor,
horadando el miedo,
horadando la desesperación.

Entre tu pelo,
la tranquila paz de la negra noche y el silencio perplejo
de tu cuerpo desnudo,
tu cuerpo desnudo.

El abismo de tu cintura, como almuerzo de eternidad,
descansa un torbellino de furia,
de brújulas sin norte,
de brujas sin escobas
de destellos y laberintos.

En tu cintura casi que existe
un atisbo de paz en la marejada.
Confusión de sueños raros,
tu cintura pertenece al sino de la humanidad.

La aseveración de un instante, la verdad acerca de todo, de lo incomensurable,
Porque existe,
la existencia.
Existe tu pelo,
y existe la paciencia

junio 10, 2011

Alrededor de Clarice

Y otras noches se pregunta por qué no puede describir determinados gestos que transcurren en su vida. Pequeño e insignificante destello de mariposas en la palma de una mano, un ruido de monedas en el chanchito blindado o el fluir de unos dedos recorriendo un pentagrama. Lograr leer la unicidad y poderlo traducir. En papel.
Ese evento perfecto, fuera de la escritura, que curiosea por huellas en el barro y se encuentra con el cuerpo.  El cuerpo que lo piensa y lo recrea en su memoria, como ventana dorada a la luz de los acontecimientos.
Cómo describir aquello que no es, siendo eso que es. Cómo logra cuestionarlo y sobre todo, permitírselo.
Cada gesto descrito, en cada sensación traspapelada.
Son poemas hechos trizas, y diseminado por cada página escrita.

Tiene la virtud de la palabra fluida, esa danza que los tiempos del texto van caminando incluso por cada coma y exacerbación de la Letra Capital. Son sus tiempos urgentes, insurgentes en las modales de la literatura formal.
Sin embargo, ella logra volverlos, segundos de puro existencialismo. Presa del la desesperación de la quietud, puede describir  cada perfecto sentido de un gesto cotidiano. Sus párrafos son más bien lupas que fotografían un grano de arena y extrae con preciosa cirugía el néctar de la palabra. Arrastra cada letra a su esencia original. A ese reducido grupo de palabras que nacieron hechas así, redondeadas por la perfecta sintonía del contexto.
Clarice tiene la virtud de enloquecerse, anotando los síntomas de las emociones, contadas en caracteres preciosos de infinita belleza.
A veces tiene la fascinación de lograr sentir en la piel el olor de un símbolo, la textura escuchada en la voz de la angustia, el aroma encendido y el tiempo perdido.
Y otras noches se pregunta por qué no puede describir determinados gestos. 

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