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enero 26, 2016

Cachitos de desesperación


Lo presiente en el trinar de los dientes, son sólo dos segundos antes de aquel inevitable. Como si leyese el futuro, sólo dos segundos antes se deborda el espectáculo. Su pecho estalla un paisaje posbélico:  ruinas de sueños frustrados, esquirlas de deseos inconclusos, cráteres de desazón pasionada. Su cabeza apela a una combinación informe de colores y texturas disimiles.  
Ni anuncios estambóticos ni celestiales, pareciera que se alojan en algún lugar del cuerpo y sólo aparecen un día de pronto. Dónde se esconden? Será en un codo del alma, se colman debajo de las uñas de los dedos? O en el pelo que duele al cortarlo de la nariz? En el músculo rígido del abdomen absurdo?  Seguro sale por la boca, como un pez silbando finito. Bordean las palabras que dicen en labios apretados, algo. 
Lo presiente en el trinar de los dientes, en el  titilar de la pupila, en el rasguño de la rodilla. 

Imágenes, sonidos y palabras, mezcladas en un turbante que se afloja en las mandíbulas, se mascullan en silencio y brotan como espinas en la garganta. Pero duele en los ojos. 

Tiempo apenas     tiempo y silencio    y la sucesión de momentos se esparce         como la neblina de los parques. Cubriéndose por completo  
Puro y monótono gris rebotan halos de luz en paredes imaginarias. Rebotan así las palabras en la cabeza, inventando circulos en el aire que  que se difuminan en lo esponjoso de algún recuerdo. 

Imágenes, sonidos y palabras, todos ahí bordados, con un pincel que lacera el lienzo en un eco de eso que decimos ser.

El futuro clama por entregarse de lleno al vacío. A la fortuna de un momento, que se sabe pasajero. Es un paseo que revolotea en la cabeza formando nubecitas de colores: fucsia y naranja, y todo tipo de violetas. Viajan en el trasfondo fútil y cansino de la mortajas que nos ciegan y sesgan.


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