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octubre 06, 2009

Reptil

Un algo singular me dijo que tendría que haberlo molido a golpes, escupido y pisoteado. Hubiera debido empujarlo y en un solo golpe partirle la mandíbula para que ya no pudiera hablar nunca más.
Bañado en insuldo y generar caos, pánico en aquel encuentro, que con su miedo se meara los pantalones y que gimoteara mostrando esa verdadera compulsa a la miseria. Debiera haber vuéltome loco, desborando furia y violencia, comunicar a todos de sus denuncias falsas, sus encubrimientos y sus objetivos espúreos. Zorrino miserable que me respiraba a dos centímetros de distancia, era su perfume hediondio y putrefacto que me daba náuseas y me violentaba en una acción desesperada, mierable zorrino sin vida ni aliento, saltando en un barro de mierda y de derrotas, sus derrotas y las de todos sus hijos de puta.
-Mentís con descaro, sin verguenza, mal parido. No hubiera bastado, tampoco la sangre en su boca. Todo el mundo allí reunido pensaría al principio en alguna apuesta teatral mal eleaborada o un ejercicio de risas insolentes. Inmediatamente verían mis ojos teñidos de rojo y la furia en mi boca escupiendo saliva y genuina locura.
Ahí la turba sedienta lo miraría como al gusano que veraderamente es y lo arrojaría a la calle para la paliza de su vida. Sería el silencio infinito de la maldad bípeda hecha hombre estirada en el cemento meado, cagado y sangando.
Nada. Ni una mueca de dolor había salido en todo ese trayecto mental de infernales consecuencias. No había entendido hasta qué punto la violencia se había agazapado en mis tripas hasta las horas posteriores en que escribo las lineas negras.
-Reptiles. Son todos y cada uno de ellos- Me había dicho una vez un amigo. Que alguno pudiera ser conciente de verlo a la luz del día y sin ningún tipo de reflejo era casi una situación inédita. Ahora lo podía comprender. Esa forma humanoide que tomó aquel día, sus pupilas verticales y su cuero frío de pantano estaba allí frente a mi, envenenando, pudriendo, intoxicando. Había más, pero no fui capaz de comprenderlo; su lengua bífida, su sombra que lo cubría todo, la noche, la muerte, el desamparo. Rastrera y cobarde, se alejaba ahora en una noche tormentosa.
Frente a frente descubrí la fisonomía de lo latente, de esa muerte asustadiza que se escapa por los vericuetos de una alcantarilla.

Podría haberlo molido a golpes, es cierto. Sin embargo lo agarré con mis manos, lo saludé y lo besé. Le dije hasta siempre, y me alejé.


3 comentarios:

Cel dijo...

Alguna vez te agarraste a trompadas con alguien, tacho?
(yo sé que mucho no tiene que ver, pero es lo que se me ocurrió después de leer)
Qué bueno leerte más seguido.
Abrazo.

nadie dijo...

cel. como diría guille francella...yo soy muy cagón.

mi otro yo dijo...

volví a leerte como hacia mucho (?) no hacia en fin golpear no conduce a nada pero imaginarse cuantos golpes le daría, calma.

Saludos cordiales

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