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agosto 26, 2008

Silencio II

No hay banda. claro! porque somos todos mímica, recuerdos, memorias de algún otro soñandonos. Como cuentos borgeanos vivimos, sin decirnos las vidas vividas, caminamos como otros, siendo otros, sintiendo como un extraño. Sentimientos que se nos imponen, que no nacen, que se evaporan al instante.

Hay silencio, y después, la perplejidad, el saber, el conocer exactamente que luego que la banda cese su voluntad, el silencio se volverá perpetuo. Y en vida, el silencio es una calamidad, un paria, nuestra propia sombra que nos deja solos frente a la verdad. El silencio y el grito se fusionan siempre, como si el más mudo pudiera ensordecer al mundo. Porque no hay peor miedo que el que no quiere decirse.

Nos lo dicen, nos lo advierten, No hay banda! y así, pensamos e imaginamos mil imágenes y sonidos, texturas y voces. Porque somos seres llenos de puntos y fugas. Pero la advertencia pronto se hace realidad y caemos, con ella, en la tristeza, en el agobio. En la idea cabal, de que todo esto no existe, un juego, un cuento, un momento más en la inexistente vida de un hombre.

Es la certeza que no somos más que con el otro, que da sentido a la escucha, a la música, a lo que hacemos, a lo que vivimos permanentemente con y para el otro. Y así la vida vive en ese cuento borgeano, que bifurca caminos, que enloquece en sueños y en realidad, en vidas compartidas y muertes profundas y finales.

Siempre somos, seres brillantes y silenciosos en noches confusas.

agosto 22, 2008

Viernes 5.38

Asesinos sueltos a la salida de la oficina, un contestador con amenazas, una pesadilla recurrente, y un sin fin de no me acuerdos que estallan en mi vida como recuerdos continuados.

Y sigo siempre sigo, en presente y sin condicionales, caminando en la verja, en la linea delgada, en el punto antes de la coma y así, un etc.(étera). Un texto que se anida en otro, como las capas de la cebolla, pero sin lágrimas, así como un todo enmarañado con un gusto fuerte en la boca.
Y después la caída y vuelta a levantarse. Cuestión de andar, y ojo! no dejarse llevar.
Todo en un día complicado, en un viernes sin fin, en una mañana apática, de sol que no calienta y de frío interior.
Es algo asi como una lucha, que no deja de contarse, en palabras y caminatas, en memorias y sueños. Que no va a ningún lado! pero qué va! si apenas puedo callar.

Baños sucios, canciones desgastadas, paredes húmedos y futuros mojados. Qué esperar sino la espera, que acontece, sin detenerse.

Espero entonces, al asesino en mi puerta, a la llamada amenazante y al sueño. Sueño que espero sea sueño y no tragedia, como suele pasar. Y si no pasa, pasará. Eso es definitivo y no hay punto que contenga semejante afirmación.

agosto 15, 2008

Salváme.

Un pedido desesperado, silenciosamente ensordecedor, profundamente delicioso. Un ruego cálido, tornandose poco a poco cada vez más espinoso. Un grito, y una oración. Una sensación, miles en una palabra. El deseo encubierto de la desolación, de la soledad embargada para siempre.

Si lograras aparecer y salvarme, tan simple que la vida cobraría algún sentido. Como si fuera tan difícil, te convertirías tan pronto que no sabría diferenciarte de un hermoso superhéroe.
En un canto, en una estrofa, de rodillas o sentado a tus pies. Lograrían comprender que la salvación es tan otra cosa. Otro color. Mil armonías encendidas.

Un recogimiento del corazón. Mil voces en una, un tramo de mi cuerpo, un pedazo de mi ser. No! no quiero resignarme. No quiero sentir que pierdo esa posibilidad, ese único milgraro de salvarme.

Y no te avivás! si maldecís lo que querés y ni siquiera te podés mantener de pie. Sin sentido, el dolor estará ahí permanentemente, hasta que decidas salvarme.

Y sin saberlo, también estoy yo, desesperado por salir. Por desahogar esta triste desolación. De sentirme así de chiquito, infinitamente inútil. Pero en ese ruego sordo, me canto al alma, que no para, que no se detiene al sentir, que debe salvarme. Y no darme por vencido.

agosto 11, 2008

optimo

¿Y si de pronto en este instante dejara de existir? ¿ Si de pronto todo se oscureciera? Qué sucedería si pensáramos que este, este preciso instante es el último, el definitivo?

Así cada segundo aparece como una tragedia: en cada respiro sentiríamos que dejamos este mundo... y a sabiendas de ello, tendríamos alguna especie de deber en dejar registrado ese último momento? ¿Como sería, qué diríamos? Apenas podría ser conciente.

De pronto nada de eso tiene sentido. Qué importaría en tal caso que dejamos, si meramente nos ausentamos por siempre.

Este pensamiento trágico y fulminante pasa en el momento en que un policía saca su revolver al aire, instigando a unos pendejos que debieran irse de no se qué local de modas. Si de pronto ese revolver desalojara su bala y cayera en mi cabeza, ahora que lo estoy viendo, o a cualquiera de esos tres pibitos ahí. Lo mismo da.

Para cualquiera, la vida es un instante, un segundo del sinsentido de permanecer con vida. Porque lo más lógico, lo más esperable es que todos caigamos muertos por una u otra razón. De hecho sucede permanentemente y no somos capaces de alterar esa ley perpetua de estar con vida.

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