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agosto 15, 2008

Salváme.

Un pedido desesperado, silenciosamente ensordecedor, profundamente delicioso. Un ruego cálido, tornandose poco a poco cada vez más espinoso. Un grito, y una oración. Una sensación, miles en una palabra. El deseo encubierto de la desolación, de la soledad embargada para siempre.

Si lograras aparecer y salvarme, tan simple que la vida cobraría algún sentido. Como si fuera tan difícil, te convertirías tan pronto que no sabría diferenciarte de un hermoso superhéroe.
En un canto, en una estrofa, de rodillas o sentado a tus pies. Lograrían comprender que la salvación es tan otra cosa. Otro color. Mil armonías encendidas.

Un recogimiento del corazón. Mil voces en una, un tramo de mi cuerpo, un pedazo de mi ser. No! no quiero resignarme. No quiero sentir que pierdo esa posibilidad, ese único milgraro de salvarme.

Y no te avivás! si maldecís lo que querés y ni siquiera te podés mantener de pie. Sin sentido, el dolor estará ahí permanentemente, hasta que decidas salvarme.

Y sin saberlo, también estoy yo, desesperado por salir. Por desahogar esta triste desolación. De sentirme así de chiquito, infinitamente inútil. Pero en ese ruego sordo, me canto al alma, que no para, que no se detiene al sentir, que debe salvarme. Y no darme por vencido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

si yo pudiera...

nadie dijo...

ya es bastante con que lea

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