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marzo 31, 2006

La soledad acompañada

Por alguna razón esa ventana estaba siempre abierta. Sus paredes blancas y su luz brillante hacian de esa ventana un sol en plena noche barrial. La ventana de una cocina de dos viejo hermosos. Pasaba siempre entre las 9 y las 11 de la noche y ellos estaba allí, con su cena o su te, viendo una tele apostada en algun lugar que desde este aquí no llegaba a verse. Los dos en silencio, sabiendo que su vida entera había sido contada ya, las voces ahora, sólo provenían de novelas adolescentes que no entendían, pero que dejaba entreveer, que ellos algún vez, habían estado allí, con las hormonas, con el amor a flor de piel. Ya sólo se contentaban con ese televisor y esa cocina.
Años transcurrían y la imágen se perpetuaba. Me sorprendida con cuánto desparpajo se mostraban al mundo, dos viejitos de barrios, con sus hábitos siempre en sintonía. Hábitos que se sostenían con un elemento fundamental: El reloj de pared. Justo frente a la calle, apostado sobre la pared de la cocina, un redondo y blanco reloj determinaba la vida de estas personitas. Lo recuerdo exactamente allí; era mi coordenada al volver de casa, siempre giraba la cabeza hacia ellos, con un gesto los saludaba, luego del cual, levantaba mi mirada hacia el omnipresente, que me mostraba las 9.32, 10.24, 11.02. Eran una brújula en los tiempos en que los relojes sólo significaban el ritmo de la muerte. En esa casa, lo resignificaba. Era el pulso de una pareja, de un mundo aparte que convivía con sus tiempos, con una generación y sus vivencias....ese reloj que marcaría por siempre, el desayuno, el almuerzo , la merienda y la cena de misvecinos.
Sin embargo hace poco, ya no veo más a la mujer. Ya no está. En reemplazo, un hombre de unos cuarentaitantos acompaña a un viejo que ya no reconozco tampoco, pálido, encojido y ausente que ya no mira la televisión sino el piso, con su calva a cuestas.
La imagen que me parecía tan penosa, hace poco se hizo cruel. Hacía mucho que no miraba como siempre esa ventana, sin embargo, hoy fue el día. Luego de ver al viejo y saludarlo con una leve mueca, levanté la mirada hacia el retorcido y viejo reloj blanco.

Las agujas se habían detenido.

4 comentarios:

Ruth dijo...

Qué coincidencia. Y usted lo escribió antes que yo. A esas compañías no le rehúyo, y está claro que hay un momento en que uno no quiere más estar solo, aunque ambos sólo sepan permanecer callados frente a un televisor. Eso también es compañía.
Lindo texto, además.

mi otro yo dijo...

Que lindo. Que lastima que se detenga el reloj.
Me gusta la historia

nadie dijo...

mierva, es así, no lo había pensado pero hemos estado en sintonía sin saberlo. En este caso de todas formas, la ausencia y la soledad no han querido ser buscadas.

mi otro yo. La pena es mutua, de eso se trata. Un gustazo tenerla por aqui

Sexy Sadie dijo...

Es muy triste la historia, qué triste debe ser vivir si eras uno con el otro... pero que lindo debe ser morir acompañada de tu viejito..una belleza

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