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abril 23, 2009

súbito encuentro

Hubiera jurado que aquella existencia no se hallaba justamente en ese precioso preciso lugar donde hacía dos segundos había recientemente mirado.
Sin embargo y a pesar de ese juramento banal, ella estaba ubicada en ese mismísimo lugar. Aparecido, como aparecen...tranquila, pacífica, dormida. Como si siempre hubiera estado allí, ni un mínimo sentido de incomodidad, cansancio o exasperación. Él, por el contrario, intimidado por el reciente descubrimiento se salía de sí, con esa violencia que sólo los muertos reconocen. Y ahora se sorprendía, movía su cuerpo en espasmos inquietantes y ella inmutable, ni siquiera lo registraba.
Es que acaso podría no haberla visto? A ver, la visto...antes. Quizá haberla visto girando su cabeza sobre ese preciso precioso lugar y no dar cuenta de su rostro, mil veces rozado, mil veces acariciado? o era un sueño, nuevamente, una trampa de su inconsciente jugándole de nuevo a las escondidas; en reminiscencias de algún tiempo despreciado, nuevamente recuperado. No! Imposible, su inquietud lo hacía darse cuenta, que tras de sí, estaba ella. Mirando la nada, recordando nada. Vaya uno a saber. No sabemos nada.

Y si todo fuera así entonces, como es que no pudiera reconocerlo. A él. Al mil veces encontrado, al recuerdo soñado, al sueño reencontrado. A él, que lloró hambre, somnolencias y cristales. Que comió plomo, paciencia y sosiego. Justo a él, que estaba-ba beando recuerdos, sangre y cuántas cosas más. Como es que ella ahora, no pudiera siquiera rendirle un saludo, una palabra, una mirada.
Mirada de miranda. porque así la llamaba. Esos ojos desencajados en el éxtasis del sexo, en las tardes inalcanzables ya, pero que se repetían hasta el infinito, hasta que el infinito los alcanzó. Recordaba esa mirada, mientras ella observaba un cartel sin importancia...rogándole que la mirara, con la paciencia que sostuvo su mano en el último recodo de sus últimos aires.. y esa mueca de disgusto, que ahora hacía reconociendo al gordo de la puerta, era el mismo gesto de disgusto cuando ella lo peleaba.
Y si todo eso fuera así, si esa necesidad de verla ahora se hacía carne, a sólo unos pasos de distancia...Cómo puede ser que no lo viera!? Desesperado por tomarla, tocarla y besarla, llorarle y repetirle mil veces el canto perdido, su voz agotada, la palabra silenciosa...que hacía tanto no escuchaba. Cómo le hacía esto.
Y sin siquiera pestañear, todo esto cuánto había sido para él. El subte seguía su marcha, la gente volaba de un asiento a otro y los colgados de siempre. Pero el no había siquiera respirado y sucedió de golpe y por supuesto, sin reaccionar, sin esperarlo; ella le sonrió. Tomó su cartera y partió.
Que las palabras no hayan podido aún sincronizar con las palabras es un letargo de su conciencia, que escribe apesadumbrado en un recoveco, ahora oscuro y húmedo para intentar comprender-se.
Había sido un segundo y no logró asimilarlo, estaba como agostado, extenuado de ese recuerdo. Se iba con ella, había desaparecido. Tan sólo una sombre inquieta paseando por un agujero bajo tierra y él que la había visto, ahora ya no es. Tampoco él, que escribe pensando, que ya no piensa ni siente, que esto es una mentira y que él no merece vivir.

2 comentarios:

mi otro yo dijo...

Merece vivir para volver a ver esa sonrisa.

interesante manera de regalar imágenes al lector, tenes.

Saludos

Ella dijo...

Merece vivir! Claro que si! Para tomar valor y reaccional.
Como dice mi amigo Gustavo, tanto hambre sin satisfacción.
No dejes tanto tiempo al lector sin tu prosa. Algunos la necesitamos.

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