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mayo 20, 2010

Dactilar

Resbalan los dedos, como mareados
como posesos, o al menos borrachos.
Caminan zigzagueando,
por la cornisa y escriben,
como autómatas, sin sentido ni por qué.


Tan sólo ven por allí la energía,
por allí deben surcar mares y desiertos.
Y en miles, en cientos,
¿cómo es esto de los contables?,
si estamos buscando una palabra que lo mida todo.


Como el infinito,
por lo suficiente, por su colorido para definir el paraíso.
En un vuelo de dedos
acontece el ser, se encuentran sigilosos
en medio de una tormenta
de vientos o estrellas fugaces,
y mi cuerpo
tendido ciego
contemplando un atardecer de verano

mayo 11, 2010

Ensayo sobre la imposibilidad del arte

El hecho artístico no existe. Es claro que a medida que el hombre intenta ingresar en aquella verborragia poética, se niega a cada paso, en cada ocasión.

Es que en realidad, la sensibilidad -como le dicen- acontece cada tanto en el interior mismo del hombre. En realiad su esencia se encuentra intacta en la mera apariencia de su conciencia. En su presencia en sueños obnubilados.

Todo lo producido está incorporado en el alma de quien ejecuta el acto maravilloso de soñar. Allí las musas como la imaginación son un continuo que no se detiene en el acto estético, en ese detenerse a procesar lo vivido. El hombre cancela su existencia, al momento de su acción poética.

De esa fantástica idea de vivenciar la belleza de un recuerdo, el encanto de un pequeño poema escondido en las fantasías de su cabeza, el artista pretende enunciarlo en un dispositivo que quiebra, detiene y obtura cualquier intento imposible. Aristóteles decía, copia de la copia de una verdad. Pues bien, aquí lo que ocurre es el intento imposible de copiar, imitar o extraer del sueño un connato de realidad. Volver real una ficción, una mentira.

Ningun poema, canción, o pintura devuelve el hecho creado en ese sueño inaugural. Se ufanan los poetas de una frase genial pero han quedado castrados hasta el infinito por todo lo que aquella idea podría haber sido, y tan sólo fue un pedazo de papel, una obra más incorporada a la mentira del arte humano.

Propuestas? No, claro. Ninguna. Una única opción, donde radica la verdadera voluntad del artista: Soñar ficciones y vivir sueños, o bien recrear fantasías de papel.

mayo 05, 2010

Huele rancia la noche

Huele rancia la noche, las mortajas del día desprenden su putrefacción, ahora que el sol ya hizo su trabajo. Las gotas de la fresca retardan un poco más el alejamiento del final. Sin embargo, la noche ácida, cubre el sueño eterno. Un amanecer novedoso espera, muy cerquita de allí.

Fuegos y una husmeante incertidumbre: las cosquillas del mañana, las fogatas de la memoria se queman en estas estrellas vencidas, en este frío de agosto. Olores nauseabundos y la muerte tan cerca. Tan, pero tan cerca.

Un frío que digita los últimos movimientos, los sabores de la nocturnidad apaciguada por ese olor, maldito olor de otoño. Rancio como ese vino escupido en la cara de la hipocresía. Y un rumor, un viento que lo acalla todo, pero trasciende. Son las huellas de ese amanecer impaciente, calmo y pretencioso que se hace esperar. El viento trae como luciérnagas en el bosque, destellos de texturas, con sus silencios y sabores. Toda la noche en un movimiento, en un viento, en un perfume. ?El resto? El resto yace en el sueño.

Duermen tranquilos mientras sus cuerpos aborrecen esas almas gimientes. Desprenden la liturgia de un requiem inventado, cargado de estrofas de porquerías. Y el resto? Sobra.

Sobran las palabras, los hábitos, las pieles, los gestos, los aromas. Muere el alma, vive despertándose en el día que su muerte le anticipa para morir viviendo. Un estado calamitoso del ser. Y el resto? Se arrastra lamiéndose las yagas de sus recuerdos, crueles ayeres nunca verdaderamente vividos.

Y la tierra que sigue girando, y el rancio aroma que ahoga los sueños, la helada desaparece, el viento se placa, los fuegos se extinguen. Los bosques enmudecen cuando la muerte arrecia, y el hombre se levanta.

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