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abril 30, 2011

negación de la cosas

Hace días, la tormenta de viento no deja de soplar las cosas. Y ellas se niegan a volarse con él.

La sonoridad del viento entrenzado con las ramas y el follaje tan alto de los acres verdes ocres, sostenidos en el misterio.

A pesar de la violencia del torbellino, los objetos se niegan a sí mismos y no vuelan más. Dejan, a pesar de sí, que el destino misterio de la Historia los lleve hacia otra historia.Y se quedan quietitos, las cosas.

A lo sumo algunas botellas se estrellan y estallan frente al suelo quieto que abre su boca en busca del líquido que pudiere contener.

A penas le basta el asfalto sediento
beber vidrio, o comer polvo.
En estrellas de viento
las hojas,
siempre proclives a volar,
aún claman
negándose las hojas su parte de ser.

Hace días el viento parece quererse llevar las historias, los cuentos, las ficciones. Los restos de ideas que
hayan quedado en el tintero. El sonido de la tormenta intenta esparcirlas por los aires, en un torrente de bellos vuelos aéreos. Los cabellos que también sienten esa condición de pureza del viento, pretenden volar como riña de almohadón. A pesar del viento, el cabello no logra lanzarse a la nada: la cabeza testaruda, los cuelga de sus raíces. Más bien, sus narices.  Entonces  el relato se completa, creyendo que la cabellera puede suponer algo parecido a la nada. Ahí es cuando cae en la cuenta que la cabeza no siente el viento en su frente.


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