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septiembre 12, 2011

justo ahi

la procesión muestra el brillo de lo colectivo. De una hermoso manto que acariciamos todos. Como un techo que nos cubre, como una monumental iglesia, donde llegamos. Arriban cuerpos exangües, llenos de vitalidad. Llueven contradicciones en los bondis, en las calles inciertas. Yuntas envueltas en banderas, en llamas de conciencia viva. Caminando ciegos, en paraderos nunca conocidos, cocidos por el hilo de canciones. Zurcidas en carne viva, con la aguja de la eternidad. Caminando, caminantes tardíos de angustias sosegadas, que estallan, violentas en la respiración agitada. En el frío hielo que sienten las venas, en una noche estrellada, pero fría. Friisia para los cuerpos desnudos, remeras remendadas. Remendadas de años de mismos escenarios, todos tan únicos y exactos.
Los kilómetros perdidos, de esa procesión que era conquista y coloniaje. Era copamiento de la vida misma, tiñendo cada milímetro de territorio desconocido. Barrer, como un viento, con banderas de felicidad el cielo del terruño olvidado de la patria.
Y la mentira, que queda atrás, en cada esquina y cada adoquín. La mentira que camina como una sombra, al lado de las verdades delincuenciales, las verdades que subvierten los ismos inventados.
El tiempo que disuelve entre alcoholes y flores, un contubernio exasperante. La música que contiene los cuerpos y la sangre que derramase en sinfonía con el ritmo del silencio. Un silencio que es desierto infinito, lejos de los ojos de quienes somos protagonistas invisibles de un instante. Instantes de recorridos por un viaje imposible de millones que se incrustan en todos los cuerpos.
Una batalla contra la ignominia de los injustos, una batalla mediaval, de castillos indómitos, de tierras escondidas en el fondo del mundo. Encontrando un cáliz, una felicidad, una astilla que atraviese los escudos tatuados, de simbolos cantados, que atreaviese a sus heroes y sus glorias. Papeles pintadados, mojados por el sudor irreverente, vacío de todo lo demás. Extasis en las gargantas, gritos en los ojos, llantos en las piernas y dulzuras en los oídos. Y la danza, danza de un movimiento de oleadas, de ritmos angustiosos. Saborear el movimiento sinuoso de las olas de pibes que arrumban los contornos, los derraman en su andar musical, caminando su sentido, pisando su pasado, olvidando todo atrás. El tiempo es mañana, que esta hoy, acá, en el sendero desconocido de la venganza de miles, en la victoria pírrica de una batalla que nunca se dará.




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