*

*

febrero 02, 2006

Hijo de

desaparecido. Ya no existía. Mi imagen se había esfumado. Me encontré frente al espejo y ya no estaba allí. Había comprendido justamente que había perdido todo signo de vida pasada. No tenía recuerdo alguno de lo que alguna vez había sido... Una memoria cuasi selectiva eso sí, en efecto podía establecer ciertas conexiones que daban cuenta de que Este ser que se encontraba ahora frente a mi, había tenido una vida, un pasado, un proyecto futuro. Sin embargo estaba ahí como una mera visión, acaso una intuición apenas perceptible.

Y entonces estaba allí con un cuerpo que mi mente, en algún punto de su oscura conciencia, me recordaba que era mío. Sin dudas esas marcas en el rostro habrían sido de un golpe infantil; que aquellos ojos fatigados daban cuenta de una labor que habría comenzado hace ya, mucho tiempo; que los labios resecos gritaban piedad de un beso jamás sentido.

Pero todo lo que podría dar contenido a estas escasas definiciones de un YO (a esta altura invisible) eran inexistentes. Todas esas supuestas lineas de conexión de pronto se volvieron difusas, borrosas. ¿De dónde venían esas imágenes, que concebía mías?

Y luego del asombro del primer momento, comenzó la desesperación, la inestabilidad y el terror. Nada concordaba. Las partes del cuerpo no podían mantenerse cohesionada como hasta hacia un rato. Las piernas no respondían la orden cerebral. La lengua no contenía sus movimeintos cíclicos, los brazos como aletas, todo en derredor. El corazón bombeando la sangre, que en algún momento también fue MIA.

Y ya no sólo el propio cuerpo se estremecía, toda la pequeña habitación, ese pequeño recoveco que conformaba su mundo, comenzaba a romperse y estrellarse contra las paredes con una violencia que no podía contener. El vómito no tardó en llegar.

Todo gesto se volvió uniforme y redundante. Inútil. Mi rostro aparecía ahora ante mi, una máscara blanca, sin contornos, sin figuras... es que allí no había más nada que pudiera identificar como PROPIO. Inmóvi yacía en el piso. Quise volver a vivir.

Ese día comprendí finalmente quién era.

2 comentarios:

Eugenia Mediavill dijo...

ufff, estás más complicado de entender que antes! Habré releído el texto unas cuatro veces; con lo cual 5 lecturas en total --aproximadamente 15 minutos--.
Sin contar el tiempo dedicado a pensarlo, te comento lo que me pareció: ante todo sentí que el sueño de todo niño puede volverse nuestra propia arma letal..o acaso nunca deseaste ser invisible?
Pero, me preguntaba:- ¿moriste? y recuperaste tu identidad? o moriste espiritualmente?
No sé, al fin de cuentas, creo que no lo comprendo (al texto), no obstante, a vos a veces tampoco te comprendo...
Perdón.

nadie dijo...

ante tal descripcion de mi imposibilidad para el entendimiento me parece prudente (cuetion que no lo comparto) una especie de aclaratoria

Pensé mas bien en la muerte de una persona que comienza a darse cuenta que es hijo de madre desaparecida. Cuando todo su miendo cae frente a esta nueva realdad y la vision que hasta ese momento hacia de si mismo, se va reconfigurando (por no decir, destruyendo), ante la nueva identidad, ante un nuevo YO que aparece frente a el.
Es justamente una especie de ensayo sobre la identidad, que claro esta es tan confuso como el propio relato.

Archivo del Blog

Seguidores

Nadie cuenta