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agosto 05, 2009

Cierra los ojos

Cierra los ojos. Al parecer conduce a una orden. Nadie lo sabe aún, aunque todos pueden suponer que en realidad se trata de un texto dirigido a quien lee, y entonces la sintaxis normal, sería leída ahora como una acción de algún personaje ficcional.
Entonces cierra los ojos, ella, a quien vemos obnubilada en una ceguera corporal, habitual, sedimentada en miles de años de humanidad. Su ceguera inducida y espontánea, personal, instantánea y mini decimal; no es pues más que un simple clausurar de los ojos al pestañar.
Sin embargo aquí, en el texto irredento, lo que se intuye es una breve celebrada descripción de un ojo al cerrar. De recrear con sumo detalle la descripción de un gesto, de un simple articular; y he aquí la maravilla narrativa, de poder sentir en mil imágenes por segundo, el transcurso de la eternidad.
Entonces sin más explicación que esta el autor retrata un origen, una génesis. Es ella que por alguna irritación fugaz, un leve chasquido, una brisa milimétrica o quizá un susto abismal reproduce una noche infinita que dura una centésima y el mundo desaparecerá.
La desaparición, aclarará el autor, de lo que se trata en realidad, es entenderla en su estado estético puro. Imaginar y fabricar una mirada ética del momento eterno y mil infinitas veces repetido de un mero pestañar. Y entonces nuevamente, impedido de cualquier otra interrupción todo lo demás acontece.
La luz se desvanece y es el mundo que desparece. Una oscuridad que se manifiesta en su negra verdad y quema arde y ensordece como una imposibilidad de mantenerse así. La oscuridad se vuelve devastadora el silencio mortal. Camino entonces en ese mismo estado fugaz por alguna frondosa avenida de la gran ciudad. Es también allí donde el cuerpo recupera cierta dignidad y resuelve en el transcurso de ese tránsito; y entonces respira, exhalando ese final de un aire viciado en ese nuevo mundo de oscuridad y muerte. Sale pues, mientras el mundo en negro camina un paso más.
Por esa extraña razón del cosmos estos dos movimientos se dan en paralelo quizá por vez única y eterna finalmente. Entonces en este choque imposible de casualidades habituales la piel se vuelve impúdica, las prendas se desvanecen en un suelo árido y el cuerpo queda desnudo, de una corporeidad inédita, puesto que es inédito este momento celeste.
Caminará desnuda, dirán los lectores viciados aún por el puerto aquél, de la previa lectura; que aún no logran trasladarse en esta aventura de las letras a leer ya como una hermosa moraleja, como todo acto estético. Estamos hablando que la desnudez será vista como elemento ficcional de esa verdad que se desviste de la hipócrita vida real. Los dos elementos que antes se combinaban entre el respirar y el movimiento horizontal de nuestras pestañas genera EL acto artístico del relato, la idea de esta mujer es desnudada al mundo real en el mágico instante de este acontecimiento. La mentira termina de sobrevivir y el teatro comienza, sus cortinas se abren.
Camina sin rozar las miles de almas carteras, almas sobretodos, vidas polleras y algún portafolio. Multiplicado de millones de ellas, a velocidades imposibles en el tempo de esta mujer que en su lento caminar despide sus últimas verdades esparcidas en el piso.
Esgrime una desnudez sofocante a la humanidad que la observa circunspecta condescendencia aunque de ella emerge la verdad del violento egoísta peatón.
Ella que nada ve, relaja sus pulmones. Se híper sensibiliza esgrimiendo una risa perfecta y siente esa respiración, con el viento atravesando las puntas finales de sus uñas violetas pintadas. Una nieve después que corre por sus piernas desnudas haciendo un zigzag entre pie y pie.
Y todo en un quiebre de su pestañar que ahora se demora en finalizar, que se suponía que allí terminaba todo. Sin embargo la esencia aún pervive y lo siente en su andar que comienza a percibir que esta ceguera se tarda en finalizar.
Este egoísmo cruel de quienes la ven brillando la define en su momento final. Aquí es ella quien decide: seguir caminando sin pausa viviendo esta mentira ficcional, donde el relato continuaría por siempre y leeríamos toda la historia que continúa tras de esa primera negritud; o bien abriría sus ojos para volver a la verdad impostora que la aleja por siempre de este otro submundo y acabará allí donde el punto determine la blanca hoja sin terminar.
Entonces la ceguera se hace imposible de congeniar, el cuerpo se apronta a recuperar el aire perdido y es el exacto momento en que el sol de esa realidad ocultada comienza a aparecer como un nacimiento como un claro amanecer. La luz se hace incontenible…

Y allí está caminando en ese rápido caminar una joven mujer que lleva papeles por terminar, una casa que construir, un mundo para morir.

FIN

1 comentario:

Anónimo dijo...

comoster
creando vidas de palabritas.
sostenidas por el silencio de la cibercultura

saludos

rockers!

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