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septiembre 14, 2006

Ex-istencia

Convertido en un estrecho envase, mi ser yace errante en las conspicuas paredes de algún reducto donde me puedan guardar. Ser indescifrable que sin dudas, sufre, por qué no, de ese encierro natural, de la claustrofobia crónica de vivir. Vivir encerrado me dicen, es la infelicidad de quienes se encuentran privados de su libertad. Sí? Cuanto así es? ¿Quién define lo que es la libertad entonces, que tan bien documentada se encuentra en los debates filosóficos de todo nuestro tiempo? Mi libertad siempre fue presa. Siempre compartimentada, mi ser enjaulado, síntesis de mi envasamiento temprano.
Siento aire en el vacío y espacio en la milimetrica planicie de mi sociedad. La estrechez me engrancede, tal como hubiese querido mi querida tacita de azafrán.
Los palabreríos abundan hoy, cuando no! en toda su elocuencia y ductilidad verbal. fa! si eso es hablar bien, dicen! Sólo ellos, que dicen vivir felices, son los verderos prisioneros, en sus carceles de cristal, que no ven por el simple hecho, de no animarse a traspasar ese límite transparente, que los haría dar cuenta, de su propia indefensión, de su propia tensión.
Quiero estallar en mil pedazos, clavarme como lanzas en esos seres despreciables, vivir en ellos, como la peste en la mierda, ser parte de ellos y así convivir con su libertad que tanto admiran y saber, de pronto, que ya no saben vivir y por fin, la muerte llegará. Infinita, esperada. Dulce porvenir.

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