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octubre 04, 2010

Vuelan y se quedan

Arrimó las palabras. Una a una exactas en tiempo. Cursando todo el cántaro de la garganta, asimilando el aire entrando y el oxígeno por aprehender. Salieron, por fin, a la vida eterna. Allí las desparramó. Las dejó, no le importó olvidarlas tiradas, -qué importa donde caigan.

Cayeron. Sí claro, cayeron.

Se conectaron en el encanto de la noche, las palabras. Traquilas al unísono de una voz serena, se desplegaron y apachurradas quedaron. Juntitas para ser escuchadas. Un tiempo, porque más tarde cayeron.

Claro, cayeron.

Pegaron fuerte contra el piso y se estrellaron, quedaron en trocitos de palabras aquietadas por el duro golpe del parquét.

Pequeñitas dolieron más.
Dolieron por pequeñitas,
Claro, dolieron más.

Como astillas de vidrio, apenitas se incrustaron en los pies desnudos. Al principio fue sólo un pellizco y nada más. Luego la astilla impresa en los cayos desnudos se asentaron y comenzaron a punzar. Lenta e implacable la daga milimétrica rasgaba senderos minúsculos de pellejo. Y no salieron.

Porque las palabras se quedan.
Vuelan y se quedan
Las palabras son así
trashumantes
transitando para siempre
el organismo que las escuchó.

Perpetuas, siempre, siempre
Alfileres de vocales y consonantes jugando a las cosquillas
con las fibras sensibles
de la nostalgia y la soledad.

1 comentario:

Unknown dijo...

este me gusta.

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