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mayo 10, 2011

proverbio

“Las flores deben tener mariposas. 
Las montañas, arroyos y las rocas, musgo. 
El océano, algas. Los árboles viejos, enredaderas. 
Y la gente, obsesiones" 


Así del aire brotaron las oraciones que habría escuchado por ahí. Un proverbio chino o un folklore polaco. Una tiza en la arena, un recuerdo sinrazón. Lo cierto que ahí estaba en una coma, la oración recreada. Palabra por palabra, exactamente así como el autor hubiese querido recitarla. En palabras dichas. no escritas.


Un silencio, que es nadie, se calza las botas del tiempo, que corre agitado a orillas de un traspié.


El agua royendo los gajos del papel y el sonido luminoso filtrándose en la pared. Como el movimiento, las frases se pegaron a un resquicio de la memoria y allí brotaron un día, como fruta colorida, una noche de mayo.


Las hojas, cálidas y fecundas, de la tenue muerte del otoño se alojan a los pies del cemento. Escuchando, pacientes, el venir sosegado de la pútrida infelicidad. Su vuelo ondulante, silencioso y cansino tras los vientos de la estación, disipan ese momento intentándolo aburrir con danzas sigilosas que caen al suelo en un tranquilo shush... 


Así nace la nada, tropiezos de alquitrán y hojas secas de otoño. Un vacío tremendo de existencias serias, presentes, concientes, transparentes. Todas cosas dichas, dichas no escritas con la razón de ser. sed de razón para la imaginación que busca encontrar en las flores mariposas, en las montañas, arroyos y en las rocas, musgo. Quizás porque en efecto, la gente, obsesiones, y una de ellas fuera, tan solo escribir.

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